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0 – El año sin verano (presentación)

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0 - El año sin verano (presentación)
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Logonautes nace de un confinamiento duro y algo oscuro. En este año sin año, sin tantas cosas, sin tantas personas, hemos creado un espacio para hablar de lenguaje, cerebro y temas relacionados con la logopedia, la lingüística y la neuropsicología. Pasad y disfrutad, estamos entre amigos.

Música:

El año sin verano

El 1816 es conocido como el año sin verano. Aquel año se produjeron unas anormalidades climáticas extraordinarias y una caída en picado de las temperaturas. Lo provocó la erupción de un volcán, el del monte Tambora, en Indonesia, la erupción volcánica más virulenta que se ha registrado en la historia.

El mundo entero batió récords de frío y sufrió tormentas y heladas insólitas. La ceniza del volcán flotaba por la atmósfera de todo el planeta generando una especie de niebla seca que ni el viento ni la lluvia dispersaban. Se producían unos ocasos espectaculares, que tuvieron un impacto profundo en el pintor William Turner.

Las grandes heladas y las lluvias produjeron una hecatombe en la agricultura y la ganadería. El tifus se extendió por el sureste europeo y el Mediterráneo, el cólera en el sur de Asia. El hambre golpeó el hemisferio norte de manera muy severa. El 1816 también se le llama el año de la pobreza.

Europa registró las temperaturas más frías que se han producido entre el año 1766 y el año 2000. En Suiza, los efectos del año sin verano fueron especialmente crudos, ya que sufrió unas heladas nunca vistas que hicieron crecer los glaciares.

Precisamente en Suiza, aquel mayo de incertidumbre, tormentas y ceniza suspendida en el aire, cinco amigos se refugiaron en la Villa Diodati, en Ginebra. Pasaron el tiempo conversando, paseando y escribiendo. Eran el poeta Lord Byron y su pareja Claire Clairmont, su médico personal John William Polidori, el escritor Percy Shelley y la escritora Mary Godwin, que cambió su nombre a Mary Shelley al final de ese año cuando se casó con el bueno de Percy. Charlaron de historias y de ciencia. Mary Shelley era una gran conocedora de los trabajos científicos que se publicaban. Hablaron del diluvio universal, de naturaleza, de galvanismo... Allí, en el ya célebre auto confinamiento, nació la extraordinaria novela Frankenstein o el moderno Prometeo. Esta novela gótica se considera la primera historia moderna de ciencia ficción y ha ejercido una influencia enorme en la producción narrativa posterior, hasta el día de hoy.

En este otro mayo de incertidumbre, en este otro confinamiento doscientos años después, nace el intento de crear un cuento que merezca la pena ser recordado. A diferencia de hace doscientos años, tengo la oportunidad de enviar palabras mucho más lejos y rápido, de crear un trasiego de las moléculas del aire que formen relatos que viajarán de mí a vosotros. De mi cerebro al vuestro o, si queréis poneros más góticos, de mi corazón al vuestro. Este baile de moléculas va dedicado a aquellos que, como la pandilla de Shelley, son amantes de las historias, de los relatos a aquellos seducidos por sobre el cerebro y sobre por el lenguaje. Esta es una reunión privada de exploradores de la facultad que nos hace humanos. Nos quedaremos hasta tarde en torno al fuego, como llevamos haciendo desde tiempos remotos, hablando de esta manía humana de llenar (o medir) espacio y tiempo con lenguaje.

No sabemos qué pasará. Si las cenizas de la atmósfera se dispersarán por fin y saldremos de casa para bailar abrazados, en un aire limpio, inmunes a la tormenta. Por el momento, bailaremos aquí dentro y nos explicaremos historias, desde la ciencia y desde la emoción.

Bienvenidos a Logonautas.