
A finales del siglo XVIII, unos cazadores capturaron a un niño salvaje de doce años en el bosque de Caune, en Francia. Este ha sido uno de los niños salvajes más conocidos porque lo describió un médico y pedagogo llamado Jean Marc Gaspard Itard, que lo adoptó y lo educó junto a su ama de llaves, madame Guerin, y recogió todo el proceso en varios informes. Los niños salvajes reabren el debate sobre la existencia de períodos críticos para adquirir el lenguaje.
Música:
- Nightclub Jazz Hip Hop, por Auditone Music Library
- Prelude to the Afternoon of a Faun (ensemble arr.), Claude Debussy, por Natalia Ensemble
- Suite Bergamasque – III. Claire de Lune, Claude Debussy, por Simone Renzi
- Children’s Corner, L. 113 – I. Doctor Gradus ad Parnassum, Claude Debussy, por Riverside Wind Consort
- Suite Bergamasque – IV. Passapied, Claude Debussy, por Jacopo Salvatori
El niño salvaje (1ª parte)
Hay algo entre las hojas. Es ahí, detrás tuyo, es una zona más oscura que se distingue ahí, en esa parte más verde. No es fácil decirlo con seguridad. Igual es solo mi sombra, o un juego de luces que confunde a la vista. Las hojas se mueven diferente ahí detrás, como si hubiera un cuerpo escondido tras las ramas... mirándonos. Es Víctor de Aveyron, el niño salvaje. Hace rato que sabía que estábamos aquí y, sin darnos cuenta, ha estado observándonos, vigilando nuestros movimientos y preparándose para salir pitando al más mínimo gesto de acercarnos a él. Durante unos instantes hemos sido objeto de estudio de una mirada que nos veía sin ser vista, que creía saber algo más que nosotros sobre la verdad que sucede. Será mejor que nos sentemos en este recodo. Si le mostramos disposición a compartir la merienda con él y le inspiramos confianza, quizá se acerque a nosotros y nos enseñe algo nuevo.
Estás escuchando Logonautes, una expedición rumbo al lenguaje y al cerebro a bordo de una historia cada día.
La historia del niño que enseña al maestro que enseña al niño comenzó hace bastante tiempo, a finales del año 1799, cuando Víctor de Aveyron, un pequeño de 11 o 12 años completamente desnudo fue encontrado y capturado por unos cazadores en el bosque de Caune, en la zona de Languedoc.
Cazar al salvaje no fue nada fácil. Los cazadores corrían desconcertados como pollo sin cabeza intentando acorralarlo, pero el chico se movía con una velocidad pasmosa. Tan pronto se lo veía, como desaparecía entre la maleza. Y es que Víctor les llevaba años de ventaja a sus depredadores. Sabía correr y quedarse quieto cuando tocaba. El bosque era su hogar.
Los cazadores tenían sus propias fortalezas. Se organizaron, hablaron, y volvieron otro día trayendo consigo a cuatro perros que, a diferencia de sus amos corrían más rápido y, sobre todo, encontraban con su olfato aquello que los humanos no veían. Detectaron el olor de Víctor con mucha facilidad y la carrera volvió a comenzar. Los perros iban como locos jadeando y olfateando frenéticos. Los cazadores, metros atrás, resollaban intentando no perder el ritmo. El niño no se veía por ninguna parte, pero los perros seguían, seguían, hasta que dejaron de correr y comenzaron a husmear el suelo. Entonces, el más adelantado de todos apoyó sus patas delanteras en un árbol y comenzó a ladrar hacia arriba. ¡Lo había encontrado! El chico bajó y empezó a luchar con el perro. Dejó al animal herido y corrió a esconderse. Los perros le pisaban los talones. Finalmente se metió en un agujero. Como ya había hecho con otros depredadores, se quedó ahí agazapado, mientras los perros ladraban fuera. Tocaba esperar a que se fueran.
Sin embargo, los humanos no son como cualquier otro depredador. Víctor había perdido la batalla escondiéndose allí, porque los cazadores lo sacaron metiendo humo en su escondite y cortándole el suministro de aire. El chico salió tosiendo y los hombres lo capturaron.
Y así comenzó un viaje que él no tenía previsto, que él no había pedido. Una visita al insólito y peligroso mundo de la civilización.
Víctor no fue el primer niño salvaje que se descubrió pero sí fue uno de los casos más conocidos, porque lo describió un médico y pedagogo que con tan solo 26 años, recibió el encargo más importante de su vida. Aquel encargo que le hicieron lo cambió todo, porque acabó con la decisión de acoger en su casa al niño del bosque, al que llamaban entonces simplemente el salvaje, para educarlo y tratarlo. Era el doctor Jean Marc Gaspard Itard.
Cuando el doctor Itard conoció a Víctor, evidentemente no tenía nombre, ni uno propio, ni presuntamente ningún otro nombre en su cabeza, porque era un humano que había estado privado de contacto social y de lenguaje durante la mayor parte de su vida. El niño no decía ni mu. Se especulaba que probablemente lo habían abandonado a los cuatro o cinco años. ¿Cómo podía ser la mente de esta criatura silvestre? ¿Podría Itard enseñar a un fauno a comer sopa con cuchara? ¿Tenía derecho a hacerlo?
Hay que decir que a monsieur Itard se lo conoce sobre todo por el caso del niño Víctor, pero la verdad es que fue un pionero en el campo de las personas sordas y en la educación especial. Promovió la creación de centros especiales para personas con discapacidades auditivas y de lenguaje y a él debemos instrumentos quirúrgicos como el catéter de Itard o incluso un síntoma! que hace referencia a la insensibilidad del tímpano relacionado con la otosclerosis. Bueno, si miro a Itard con ojos de hoy, me atrevo a decir que era lo más parecido a un logopeda a finales del siglo XVIII.
Bien, el caso es que el joven Itard adoptó al joven salvaje y comenzó el reto de su vida: revisitar el mito de pigmalión en aquel ser misterioso y, a primera vista, ingobernable, que, como él mismo dijo, le recordaba a nuestros ancestros primigenios.
Era un niño mudo, que caminaba a cuatro patas, que gruñía, mordía y se escapaba a la mínima de cambio para trotar a campo abierto. Itard quería educarlo y entrenarlo para darle a una mente atrofiada por el aislamiento la oportunidad de descubrir otra realidad, una manera nueva de existir en este mundo. Sin embargo, enseñándole a hablar y a pensar, ¿Itard estaba acaso liberándolo? ¿O estaba enjaulando a un espíritu libre al obligarlo a vivir de esa manera, con zapatos, cubiertos y normas de todo tipo?
¿Os imagináis cómo podía ser el pensamiento de este joven? Bueno, el doctor Itard pensaba que las ideas que hubiera podido tener Víctor antes del abandono se habían desvanecido, que habían sido arrastradas río abajo por el tiempo y por la vida en aislamiento. Es decir, Víctor era un cántaro vacío, una tabula rasa que él tenía que escribir. Itard no podía ocultar la fascinación que le despertaba el niño. Era un caso único entre un millón, un niño que levantaba muchísimas preguntas pero que parecía ocultar la vez un montón de respuestas, de secretos sobre qué significa ser humano. ¿Cuál es el papel de la socialización en la personalidad? ¿Qué pensamiento podría llegar a tener un humano completamente aislado? ¿Cómo es el pensamiento cuando no hay lenguaje?¿ Se trataba de un ser con alma, con un sentido de la moral? ¿Con un sentido de la justicia? ¿Se le podía considerar un humano? ¿Era un idiota en el sentido en que se usaba la palabra en aquellos tiempos? ¿Era más parecido a un animal? ¿Cuáles debían ser sus derechos?
Del mismo modo que Víctor despertaba una enorme atracción intelectual en el doctor Itard, también generaba un escepticismo profundo en muchos de sus colegas, que creían que era un caso perdido. Que era un desgraciado caso de niño con retraso mental y una historia de abandono que auguraba un mal pronóstico sobre su aprendizaje.
Pero Itard estaba convencido de que este caso era diferente. Que no era como los niños con discapacidad a que se referían sus compañeros. Escribía en su diario:
"Aquellos que mantienen esa hipótesis seguro que no se detuvieron a observar esta criatura poco después de que llegara a París; si hubiera sido así, se habrían dado cuenta de que todos sus hábitos llevaban la huella de una vida errante y solitaria: una inconquistable aversión a la sociedad y sus costumbres, los vestidos, los muebles, las salas de estar,... las tareas culinarias le provocaban una aversión insuperable, de la misma manera que mostraba una profunda indiferencia respecto a los objetos de nuestros placeres y las necesidades que nos creamos artificialmente".
Itard creía que había encontrado una gema entre la hojarasca del bosque de Caune. Solo hacía falta pulirla. Consideraba que eran los siete años de aislamiento la causa principal de este comportamiento y el origen de esa falta de ideas y de lenguaje que el olvido se había llevado:
Esto es para mí la causa de su estado actual y que me hace albergar esperanzas considerables sobre el éxito de mis cuidados. De hecho, si consideramos el poco tiempo que ha vivido en sociedad, el salvaje de Aveyron no es más que simplemente un niño de 10 o 12 meses, un niño que tiene en su contra una serie de hábitos antisociales, una desatención obstinada, unos órganos apenas flexibles y una sensibilidad mermada.
Los niños salvajes son casos excepcionales que reabren el debate sobre si existe un periodo crítico para adquirir el lenguaje. Es decir, según la hipótesis del período crítico, el lenguaje debe adquirirse en los primeros años de vida. Esto significa que los niños deben estar rodeados de lenguaje. Si pasan estos años sin que los niños estén inmersos en un mundo donde la gente habla una lengua natural, si están privados de un entorno de en el que los demás parlotean sin parar, la adquisición ya no se producirá nunca en términos de normalidad.Desde esta perspectiva, para los niños, no hay ninguna lengua fácil o difícil. El desarrollo lingüístico es igual hablemos la lengua que hablemos a los niños (chino, ruso, lengua de signos japonesa... da igual). Estas fases de progreso sucederán de manera inevitable y natural. Incluso se dan errores similares entre lenguas del mundo que parecen tan dispares. Pues bien, como decíamos, este desarrollo lingüístico, este cerebro, necesita de un entorno lingüístico, de un estímulo externo.
Víctor y los niños salvajes son casos que aparecen de vez en cuando, que a menudo esconden una historia terrible de abandono. Desde el punto de vista científico, casos como el de Víctor son interesantes porque podrían falsar la hipótesis del periodo crítico en caso de que aprendieran a hablar y comprender normalmente, a pesar de haber pasado este umbral. En cambio, si se da el caso contrario, que Víctor no fuera capaz de adquirir el lenguaje normalmente después de haber pasado este supuesto periodo crítico, se apoyaría la existencia de esta frontera temporal.
Los períodos críticos se han observado también en animales no humanos, por ejemplo, en la adquisición del canto de los pájaros.
En el próximo programa veremos qué pasó, cómo se enfrentó Itard a este reto extraordinario y qué métodos usó. Algunos de ellos hay que decir que le llevarían un tiempo a prisión de haberlos practicado hoy en día. No os perdáis el próximo capítulo de logonautes.
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